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miércoles, 27 de mayo de 2009

Determinantes estructurales de la sobreexplotacion del trabajo femenino en Venezuela.

En una sociedad en la que la mujer lucha por encontrar los niveles de posición que se merece y acceder al hueco que por coincidencia igualitaria, preparación y experiencia, las mujeres han luchado permanentemente por su liberación aunque no siempre con claros objetivos. Estos surgen generalmente entre las mujeres de los sectores medios, profesionales jóvenes, artistas, estudiantes, y colocan su acento en la liberación sexual antes que en la liberación social; en las relaciones de la reproducción biológica, antes que en las de la reproducción de la fuerza de trabajo, confunden relaciones sexuales y relaciones sociales. Atribuyendo a esto excesivamente las razones de su opresión al autoritarismo jerárquico, donde no se logra comprender la aptitud del hombre, con relación al dominio económico en el hogar; de la división entre los sexos; que la familia es la célula económica de la sociedad de clase, baluarte de la propiedad privada, en la que se hallan en germen todas las contradicciones del sistema y constituye el centro de su explotación no sólo sexual sino fundamentalmente económica.

La corriente se presenta como una revancha contra el sexo opuesto, como una contrapartida, feminismo o machismo al revés, que trata de aplicar al esposo o amante pudiendo ser esta una corriente donde se encuentra su principal ideología con su endiosamiento del sexo y su afán desmesurado de explicarlo todo como efecto de la represión sexual, de la inhibición y la necesidad de la desinhibición de los instintos, resultando que aun la cultura sea una sublimación sexual, con esto no se negaría la significación que han alcanzado estos movimientos feministas en cuanto a sacudir y despertar la conciencia de las mujeres acerca de su situación que no solo debe existir una mujer para el hogar sino que es necesario anotar que la lucha por la liberación sexual, desconectada del contexto social, el liberalismo de la mujer y el camino de su verdadera liberación.

No obstante se debería destacar que en el contexto de la flexibilización del mundo de trabajo, de la reestructuración productiva y de las políticas neoliberales, el aumento de la inserción de las mujeres continua ocurriendo, por lo tanto, la cuestión que se mantiene es como compatibilizar el acceso al trabajo por las mujeres, que por cierto forma parte del proceso de emancipación femenina, con la eliminación de las desigualdades existentes en la división sexual del trabajo, ya que esa situación de desigualdad entre trabajadores y trabajadoras atiende a los intereses del capital. Eso se verifica, por ejemplo, al constatar que la tendencia del trabajo de tiempo parcial está reservada más para la mujer trabajadora. Esto ocurre por el capital, además de reducir al límite el salario femenino, también necesita del tiempo de trabajo de las mujeres en la esfera reproductiva, lo que es imprescindible para su proceso de valorización, toda vez que sería imposible para el capital realizar su ciclo productivo, sin el trabajo femenino realizado en la esfera reproductiva.

Se destaca en los últimos tiempos, el sacudimiento producido por los movimientos feministas y el surgimiento de algunas mujeres sociólogas, economistas, antropólogas, entre otras, que comienzan a cuestionar la tesis de la sociología tradicional y la economía neoclásica, que se niegan a reconocer como productivo el trabajo de la mujer en la familia y se oponen a que ni siquiera conste en los índices de producción y consumo, se ha tratado de cuantificar la magnitud de este trabajo doméstico, pues se sabe que cuando la mujer trabaja en lo que llamamos la segunda jornada, es decir únicamente en el hogar, no recibe ningún salario, jubilación, vacaciones, indemnización por accidentes de trabajo ni prestación social alguna, nada. Ahora que trabaja en la fábrica o sea en la primera jornada, tampoco se computa en su beneficio el tiempo correspondiente a la segunda jornada y que nunca ha sido remunerada siendo esto un verdadero tabú. Destacando con ello que no son las distintas capacidades de la mujer y el hombre las que determinan la división del trabajo, sino ésta la que conforma dichas capacidades. Sin embargo lo difícil, lo arriesgado hoy, tras el tratamiento cultural del liberalismo relativista, es atreverse a ver tales diferencias y señalarlas advirtiendo que vivir como hombre o vivir como mujer, tienen obligaciones comunes y obligaciones específicas distintas.

Normalmente los matrimonios donde la mujer trabaja fuera de casa son menos estables y corren más peligro de ruptura. ¿Por que? Ni la mujer ni nadie puede hacer tan excesivos y contradictorios roles sociales: madre, obrero, ama de casa, competidor, amante. Algo tiene que dejar sin ejecutar, por eso se insiste en que se hace cada día más difícil llevar una vida normal y feliz si se es mujer y en que también se hace cada día más difícil formar familias estables en tanto la mujer se concibe como un producto de consumo, como elemento sexual, como placer o simplemente, como compañera temporal. En todos los casos los hijos de familias así, en las que la mujer tiene menos tiempo que dedicar al hogar o en que este hogar no existe, son personas más desajustadas, es decir menos adaptadas a su sociedad y menos al tanto de la cultura y de las tradiciones que heredan junto con los cromosomas, pero a pesar de todo esto la actualidad que vive Venezuela u otros países permiten y se asentúa la necesidad que una mujer también contribuya de forma económica en el hogar no solo por sus deberes en la familia, quedando entonces difícil de comprender hasta que punto se puede explotar una mujer que busca proteger a su familia perseguir un objetivo importante que es el bienestar mancomunado tanto personal como intelectual.


Análisis e Interpretación: Determinantes estructurales de la sobreexplotación del trabajo femenino en Venezuela. Autor: Leticia Barrios Graziani.

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